Hace un par de años empecé a decir que ‘no somos una agencia de publicidad’, y la reacción natural de casi todo el equipo (muy entendible) fue: “y si no somos eso, entonces ¿qué sí somos?”

Siempre tuve sentimientos encontrados de no tener una respuesta fácil de verbalizar. Por un lado, sentía el orgullo de ‘dejarnos transformar en como sea que eso se llame, y por otro, la frustración de no poderles dar una respuesta concreta. Desde entonces, sigo pensando que hay que tener mucho cuidado al seleccionar las palabras que nos describan, porque corremos el riesgo de alcanzarlas.

Hoy, no creo que debamos obsesionarnos con explicarnos con las palabras exactas, porque al hacerlo, cerraremos muchas puertas antes de saber que existen. Nunca he sido amante de las etiquetas, porque la clasificación tiene una naturaleza excluyente: no sólo dicen qué eres, sino también indican qué cosa no eres.

Pensando en esto, se me vino a la mente el ornitorrinco (platypus), con pico y patas de pato, piel de nutria, cola de castor; un mamífero-anfibio que pone huevos. Este animal rompió con todas las clasificaciones de la taxonomía. Incluso, muchos científicos europeos pensaron que era un montaje cuando fue descubierto en Australia. Este animal tiene, además, herramientas propias, como su capacidad de detectar electricidad de sus presas al cazar, y un espolón venenoso. Creo que el ornitorrinco es buena inspiración para evolucionar hacia ‘ese bicho único’ que detecta lo mejor, se lo apropia y lo articula bien, sin la necesidad de definirse por alguna familia, orden o especie.